El Rostro de Jesús

El Rostro de JESÚS,

Hace algún tiempo, mientras caminaba en un mundo de Iglesia, existía una deficiencia en mi corazón que no me permitía ser feliz, en el cual, aunque yo decía que había tenido un encuentro con Cristo, lo cierto es que sentía que había algo que le hacía falta a mi corazón. Por lo general soy una Mujer muy difícil de convencer, testaruda y ´´Cabezona´´ ¡dicen mis papás!; a veces soy como aquel apóstol Tomás que no creía en la resurrección de Cristo hasta que vio y tocó sus llagas, y es que ¿cómo juzgarlo?, si al final como humanos estamos constantemente bombardeados a cuestionar, a tener pruebas y estudiar los acontecimientos para creer, y aunque nuestro corazón esté convencido del milagro, la mente nos juega la mala jugada de volvernos incrédulos.

Siendo tan testaruda como soy, y aun sabiendo del conocimiento de Dios, hubo algo que mi corazón necesitaba, ¡YO necesitaba ver el rostro del Jesús! Tenía una necesidad constante de buscarlo en las personas, buscarlo en la Iglesia, buscarlo en mi trabajo, por donde quiera que estaba o anduviera, sin embargo, me enojaba el hecho que entre más lo buscaba, él menos visible se hacía.

Jesús huía de mí, se escondía… O por lo menos eso era lo que yo pensaba. Pero lo cierto es que el Señor ni huía, ni se escondía, ni me abandonaba; era que yo no sabía buscarlo, no sabía cómo encontrarlo. Y como Tomás aun estando al frente de mí, mi testarudez no me permitía verle, tocarle, acercarme a él.

En el año 2014, Dios me dio la oportunidad de comenzar un nuevo trabajo, y pues emocionada y a la expectativa de lo que pudiera pasar, él señor seguía mostrándose de maneras extraordinarias, aunque que yo no sabía ver y leer sus señales. Un día un compañero del trabajo que pertenecía a un grupo de la Iglesia, me invitó a ser parte de un acontecimiento que cambiaría para siempre mi expectativa de pensamiento, y que no solo cambió mi mente, sino que me llevó a encontrarme Cara a Cara con Jesús.

Este compañero me dijo que un domingo al mes él iba con un grupo de personas a las 3:00 am de un a darle de desayunar a las personas que viven en las Calles de la Capital de San Jose, Costa Rica. Me sorprendió que este compañero hiciera esto, pues como siempre Juzgamos a las personas antes de conocerlas bien, pero aquello que él me había contado empezó a retumbar inmediatamente en mi corazón, por lo que comencé a indagar más del asunto, a tal extremo que sentí la necesidad de acompañarlo.

Aunque tengo que confesarles, que cuando llegó el día de ir, tuve una serie de sentimientos encontrados; durante toda mi vida, yo había sido una de esas personas que cuando miraban a alguien de la calle, cruzaba a la otra acera por miedo a que este me hiciera algo. Ese día estuve a punto de decirle a mi compañero que no iría, pero fue por otro amigo que también nos acompañó y con quien  había coordinado el transporte hasta San José, que al final acepté, vencí mis pensamientos estereotipados y los miedos que me invadían, dispuse mi corazón a lo que Dios estaba preparando para mí.

Al llegar al punto de encuentro, y mientras se coordinaba la logística, el miedo se volvió a apoderar de mí, pensé, ¡aún estoy a tiempo de decir que me voy a quedar esperando en el carro!, en eso mientras pensaba la excusa que podía poner, empezaron a llegar aquel montón de Hermanos de la Calle al punto donde todos nos encontrábamos. Fue un impacto a mi mente, aquella mente que precisamente se atrevía a juzgar, la que no se había abierto completamente al accionar que Dios, a ese regalo que el señor me quería mostrar y ciertamente la que vivía sumergida en el miedo de que podía pasar algo.

Y es que mi mente pensaba: ¿Y si están drogados, y si nos asaltan, y si de repente se ponen violentos?; mi mente, mis pensamientos equivocados, el desconocimiento de la situación, todo de repente se transformaba en algo malo, por la ignorancia en la que me había sumergido la vida misma, las personas que me decían que quienes viven en las calles eran personas malas, tantos pensamientos a los que no me siento orgullosa pero que habían sido el reflejo de una vida llena de comodidades, sin la necesidad de enfrentar sufrimiento fuera de las cuatro paredes de mi casa, el calor de mi cobija y la protección de mis padres.

Recuerdo que uno de los Líderes del grupo nos unió a todos para dar las pautas de la actividad y nos expresó unas palabras muy hermosas que me hicieron reaccionar: ´´El día de hoy vamos a ir al encuentro de Jesús, no nos quedamos estacionados, vamos caminando por todas zonas donde duermen los hermanos de la calle a entregarles Café caliente, un emparedado y galletas. Pero esa es la excusa, porque la verdadera razón es que vamos a entregarles tiempo, escucha y un abrazo, vamos a llevarles el amor de Dios… Porque cada uno de esos hermanos representa a Jesucristo Crucificado, humillado, olvidado y masacrado por una humanidad que le decía que lo amaba. Traten de ver en cada hermano de la Calle el Rostro de Jesús, y se sorprenderán de lo que pueden descubrir´´.

Mágicas palabras confrontantes, aquel joven, había tirado abajo mi pensamiento anticristiano, ese joven me había abierto los ojos, me había dado una lección de vida. Sus palabras me enseñaron que es cierto que Jesus está en cada uno de estos hermanos, y que cada vez que les despreciamos, lo hacemos con el mismo Jesus.

Luego de esas palabras, nos dispusimos a caminar; fuimos despertando a los hermanos poco a poco, pudimos sacar tiempo para hablar con ellos, preguntarles cosas, darles abrazos aparte de la comida, conocer sus situaciones y aprender a amar como lo hacen ellos.

Ese día recuerdo que había un joven de los hermanos de la calle a quien le habíamos dado un suéter, unos minutos después llegó un señor mayor completamente descubierto, y pues ya no teníamos un suéter que le pudiera quedar al señor, entonces aquel joven quien no tenía nada, se quitó el suéter que le habíamos dado y se la dio al señor mayor… Un acto de amor, mucho que aprender de aquel Joven, a quienes quizás muchos llaman delincuente por vivir en las calles, y pocos se atreven de sentarse a su lado a preguntarle su nombre, como se siente, si necesita comer, o alguna ayuda en general.

Ese día me senté a conversar con ese joven, y le pregunté ¿cómo llegó él a las calles?, me contó que su madre y padre eran drogadictos, engendrado en una vida de drogadicción, abusos y maltratos desde su nacimiento, no conocía otra vida que esa. Triste realidad, dura crueldad de la vida, mundo injusto que aún se atreve a juzgarlo de delincuente. Su realidad siempre ha sido esa, no conoce en su vida la palabra amor, un Dios Te Ama, un eres valioso y puedes salir adelante. La sociedad lo mantiene de lado, lo aparta de un ciclo de materialismo, vive como si fuera un LEPROSO en el Siglo XXI.

Muchas historias se esconden detrás de las personas de la calle, si tuviéramos más amor por el prójimo y menos amor por lo material, quizás seríamos capaces de descubrir el Rostro de Jesús. Personalmente esta experiencia me marcó de por vida, nunca más volví a ver con los mismos ojos a las personas de la calle, hoy cada vez que veo a uno de ellos siempre recuerdo las palabras de aquel líder, el cual me enseñó que cada uno de ellos es hijo de Dios, y que además de Hijo de Dios, representa a un Jesús Crucificado.

La vida no siempre es justa con todas las personas, podemos pensar quizás que estas personas eligieron esta vida, pero lo cierto es que no es así, ellos no eligen estar ahí, no es cuestión de clases sociales, de educación o de familia; muchos de ellos son víctimas del sufrimiento, de las malas amistades, otros de hijos que abandonan a sus padres, o de padres que abandonan a sus hijos, algunos son víctimas de sus malas decisiones, otros de las decisiones que sus familiares toman por ellos. Lo cierto es que independientemente de situación, nadie merece ser tratado con humillación porque todos somos uno ante Dios. No nos corresponde a nosotros juzgarlos, nos corresponde ayudarlos y amarlos.

Todos somos vulnerables a un sufrimiento que nos pueda llevar a tomar las decisiones incorrectas, por lo cual cada vez que veas a alguien en la calle con frio, hambre o sueño, en vez de juzgarlo, AYUDALO.

El mundo cambia, si cambiamos nosotros…

Recordemos siempre la cita Bíblica que nos enseñó el Mismo JESUS:

«Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.»  Entonces los justos le responderán, diciendo: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer, o sediento, y te dimos de beber? «¿Y cuándo te vimos como forastero, y te recibimos, o desnudo, y te vestimos?  «¿Y cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?» Respondiendo el Rey, les dirá: «En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis.»   MATEO 25: 35-40

Hannia Castro

Mujer Inquebrantable

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